Vísperas

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¡Marana tha!
¡Ven, Señor Jesús!

Yo soy la Raíz y el Hijo de David,
la Estrella radiante de la mañana.

El Espíritu y la Esposa dicen: "¡Ven, Señor!"
Quien lo oiga, diga: "¡Ven, Señor!"

Quien tenga sed, que venga; quien lo desee,
que tome el don del agua de la vida.

Sí, yo vengo pronto.
¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!

SALMODIA

Ant. 1. Mirad: viene el Señor con gran poder sobre las nubes del cielo. Aleluya.

Salmo 109, 1-5. 7
EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Él debe reinar hasta poner a todos sus enemigos bajo sus pies (1 Co 15, 25).

Oráculo del Señor a mi Señor:
"siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies".
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
 
"Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora".
 
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
"Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec".
 
El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso, levantará la cabeza.

Ant. Mirad: viene el Señor con gran poder sobre las nubes del cielo. Aleluya.

Ant. 2. Aparecerá el Señor y no faltará: si tarda, no dejéis de esperarlo, pues llegará y no tardará. Aleluya.

Salmo 113
HIMNO AL DIOS VERDADERO
Os convertisteis de los ídolos a Dios para consagraros al Dios vivo y verdadero (1 Ts 1, 9).

No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria,
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
"Dónde está su Dios?"
 
Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas:
 
Tienen boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;
 
Tienen manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.
 
Israel confía en el Señor:
Él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor:
Él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor:
Él es su auxilio y su escudo.
 
Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendiga a la casa de Aarón;
bendiga a los fieles del Señor,
pequeños y grandes.
 
Que el Señor os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos;
bendito seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres.
 
Los muertos ya no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.

Ant. Aparecerá el Señor y no faltará: si tarda, no dejéis de esperarlo, pues llegará y no tardará. Aleluya.

Ant. 3. El Señor es nuestro legislador, el Señor es nuestro Rey: él vendrá y nos salvará.

El cántico siguiente se dice con Aleluya, tal como está aquí, solamente cuando el Oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.

Cántico Cf. Ap 19, 1-7
LAS BODAS DEL CORDERO

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios.
(R. Aleluya.)
Porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).
 
Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos.
(R. Aleluya.)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).
 
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya.)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).
 
Aleluya.
Llegó la boda del Cordero.
(R. Aleluya.)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).

Ant. El Señor es nuestro legislador, el Señor es nuestro Rey: él vendrá y nos salvará.

LECTURA BREVE Flp 4, 4-5

Estad siempre alegres en el Señor. Otra vez os lo digo: Estad alegres. Que vuestra bondad sea conocida de todos. El Señor está cerca.

RESPONSORIO BREVE

V. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V. Y danos tu salvación.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Juan Bautista se presentó en el desierto, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.»

MAGNÍFICAT Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR


Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
 
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
 
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
 
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
 
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Juan Bautista se presentó en el desierto, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.»

PRECES

Hermanos, oremos a Cristo, el Señor que viene a salvar a todos los hombres, y digámosle confiadamente:

Ven, Señor Jesús.
 
Señor Jesucristo, que por el misterio de la encarnación manifestaste al mundo la gloria de tu divinidad,
— vivifica al mundo con tu venida.
 
Tú que participaste de nuestra debilidad,
— concédenos tu misericordia.
 
Tú que en tu primera venida viniste humildemente para salvar al mundo de sus pecados,
— absuélvenos de todas las culpas, cuando vuelvas de nuevo con gloria y majestad.
 
Tú que lo gobiernas todo con tu poder,
— ayúdanos, por tu bondad, a alcanzar la herencia eterna.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Tú que estás sentado a la derecha del Padre,
— alegra con la visión de tu rostro a nuestros hermanos difuntos.
 
Con el deseo de que la luz de Cristo ilumine a todos los hombres, digamos al Padre: 

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad  en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

ORACIÓN

Señor todopoderoso, rico en misericordia, cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, no permitas que lo impidan los afanes de este mundo; guíanos hasta él con sabiduría divina para que podamos participar plenamente de su vida. Por nuestro Señor Jesucristo.

CONCLUSIÓN

V.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.