El fundamento de esta Pastoral de la Salud son las propias palabras de Cristo: «Estuve enfermo y me visitasteis» (cf. Mt 25,36). Es un servicio realizado con amor a aquellos que están en una situación de enfermedad originada por el deterioro de la salud debido a la variabilidad de las dimensiones físicas, psíquicas, sociales, morales y espirituales de las personas.
Los objetivos concretos que persigue la Pastoral de la Salud, dentro del ámbito más amplio de la acción pastoral de la Basílica de Santa María la Mayor, son los siguientes:
- Administrar los Sacramentos a los enfermos de nuestra Comunidad parroquial: Eucaristía, Unción de enfermos y sacramento de la Reconciliación.
- Potenciar las visitas a los enfermos y a las personas en soledad.
- Una tarea de acompañamiento, que es cercanía amorosa, escucha y otros servicios.
- Colaboración en diversas actividades con las residencias de mayores.
- Temas de formación.
- Actitudes evangelizadoras.
Cualquier miembro de la Comunidad parroquial que se encuentre enfermo puede solicitar esta atención, solamente tiene que avisar en la sacristía.
La Sagrada Comunión se administra ordinariamente los domingos a los enfermos de nuestra Comunidad, por los párrocos auxiliados por un grupo de Ministros extraordinarios para la Sagrada Comunión. Los enfermos también reciben los sacramentos de la Reconciliación y de la Unción de Enfermos, previa petición de los mismos.
Es muy importante indicar que la Unción de los Enfermos es el sacramento específico de la enfermedad, y no de la muerte. No es de ningún modo el anuncio de la muerte cuando la medicina no tiene ya nada que hacer. La Unción es sacramento de enfermos y sacramento de Vida, expresión ritual de la acción liberadora de Cristo que invita y al mismo tiempo ayuda al enfermo a participar en ella. De acuerdo con la doctrina tradicional de la Iglesia, la Unción otorga al enfermo la gracia del Espíritu Santo con lo cual el hombre entero es ayudado en su salud, confortado por la confianza en Dios y robustecido contra las tentaciones del enemigo y la angustia de la muerte, de tal modo que pueda no sólo soportar sus males con fortaleza, sino también luchar contra ellos, e incluso conseguir la salud si conviene para su salvación espiritual; asimismo le concede, si es necesario, el perdón de los pecados y la plenitud de la Penitencia cristiana.